MI PADRINO ROJIBLANCO

MI PADRINO ROJIBLANCO

No todo el mundo tiene la suerte que yo tengo. Porque todo el mundo (o casi todo) tiene un padrino, pero el mío es rojiblanco. De los de verdad, de los que molan.

Tengo claro que tiene muchos ahijados, y cuando me apadrinó yo no era muy consciente de la que se me venía encima. Cuando le ofrecí por primera vez mi brazo para bajar las escaleras al auditorio del Metropolitano tuve muy claro que de él podría aprender muchas cosas. Ese día su peña recibía su merecido homenaje por años y años de fidelidad al Club y en el transcurso de esos escalones me contó sus inicios entre pasitos cortos. A él se le llevaron a las primeras filas, como corresponde a un socio cuyo número baja de los 300, y en ese momento me sentí ya un poco huérfana.

Y digo la que se me venía encima porque sus historias infinitas, su enorme conocimiento del Club y de sus entresijos, sus anécdotas y su forma de contarlas, hacen que mi cabeza a veces eche humo de saber todo lo que ha vivido sin dejar de creer, todo lo que transmite su amor incondicional al Atleti, a su escudo, a su gente. Y yo tengo la fortuna de considerarme su amiga.

Porque él es eso: él es el aficionado que todo equipo quisiera tener. Ya jueguen los chicos, las chicas, los juveniles, los alevines, ya haga un sol de justicia o caigan chuzos de punta, ya haya más espectadores o esté él solo con su megáfono, ya tenga que ir a Alcalá o al Cerro o al mismísimo infierno. Sus ánimos son contagiosos, anima al equipo y a la afición, y no decae nunca. Está ahí siempre.

Cuando le veo y le ofrezco mi brazo para que caminemos juntos sé que en algún momento va a soltar la frase “te voy a presentar a…”. Circular con él por el Metropolitano es un ejercicio que conlleva tiempo, porque todo el mundo se para a saludarle. Su generosidad es inmensa, sus pequeños regalitos le salen del corazón y sus sabios comentarios aderezan cualquier conversación y la hacen más interesante y amena. Todos le conocen y él conoce a todos.

Dicen que quien no tiene padrino no se bautiza, y pudo asegurar que yo con él he pasado por casi todos los sacramentos: me he bautizado, he hecho la comunión, me he confirmado, no me he casado por la iglesia por cosas de la vida y espero que para la extremaunción falten siglos, pero lo que sí puedo asegurar es que él me ha hecho ser creyente.

Casualmente descubrí el otro día que no sé su nombre exacto, pero sí sé que es Manolo, mi Manolo, el Barragán de todos nosotros. Él es historia viva, un hincha de lujo y uno de los motivos para ser del Atleti.


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