EN PRAGA HICIMOS DOBLETE
Hay blogs, vlogs y otras tonterías destinadas a sustituir las crónicas de viajes de los que realmente viajamos. Porque nadie podrá entender nunca lo que es acompañar al Atleti si prefiere probar la comida típica a mezclarse con la afición, coger el coche o el transporte público a participar en la marcha de aficionados y cantar a voz en grito, y cuando no se empapan del sentimiento rojiblanco con todo lo que eso conlleva.
A los que siempre viajamos con la Peña Atlética de Alemania no hace falta que nos digan lo que significa seguir al Atleti. La alegría se puede vivir semanas antes de preparar juntos el viaje, reservar vuelos y hoteles, consultar horarios de trenes y contactar con otras peñas del Atleti antes del desplazamiento.
La liguilla de este nuevo formato de Champions ofrece ciudades muy atractivas para visitar: Lisboa, París, Praga y Salzburgo. Ya habíamos cumplido con las dos primeras y ahora tocaba Praga. Numerosos socios decidieron combinar el turismo con la pasión rojiblanca y comenzaron a preparar el viaje desde distintos lugares de Alemania, España, Austria y Suiza, tal es la diversidad geográfica de nuestros socios. Nos acompañó por segunda vez Juliana, nuestra araña talismán, que ya suma unos cuantos kilómetros en su haber después de acompañarnos recientemente a París.
Seis de nosotros decidimos iniciar el viaje desde Colonia con nuestro querido BlueBus, que en tantos viajes nos ha acompañado. El lunes, el día antes del partido, nos reunimos temprano por la mañana para llegar a Praga a tiempo para instalarnos antes de la cena prevista con otras peñas.
La mayoría de nosotros llegamos el lunes y un encuentro era más que obvio. Dimos un paseo por la preciosa ciudad, parándonos de vez en cuando para disfrutar de la maravillosa cerveza y de las inigualables vistas mientras cruzábamos el puente. Nuestra amistad con tantas otras peñas nos llevó a hacer una reserva en un restaurante típico de la ciudad, U Glaubicu, donde nos tocó una camarera bastante tolerante llamada Katka, porque el número de reservas que habíamos hecho no alcanzaba para todos los invitados, y siempre encontraba espacio para los que iban llegando. Allí reunimos a miembros de la Peña Atlética de Alemania, la Peña Atlética Frente de Liberación Panadero Díaz de Bruselas, la Peña Polonia y los Indios de Caledonia, además de algunos hinchas dispersos que se sumaron al grupo y en ese momento tomaron la decisión de convertirse en miembros oficiales de nuestra peña.
No hay nada mejor que una reunión rojiblanca con una buena cena y unas cervezas (que luego suelen convertirse en chupitos). Hubo risas, muchas fotos, recuerdos, planes y canciones dedicadas a nuestro Atleti. Desde esa noche, Pedro se convirtió en mi héroe particular cuando le vi beberse de un trago un chupito de absenta como si fuera mosto. ¡Mis respetos!
Como muchos de nosotros estábamos alojados en el mismo hotel, el camino de regreso después de cenar fue muy entretenido, aunque duró un poco más de lo habitual debido a las numerosas paradas. Pero teníamos que acostarnos temprano porque el día siguiente estaba lleno de Atleti.
Después de un abundante desayuno, dimos un paseo por la ciudad hacia el eFotbal Arena, donde se disputaba el partido de la Youth League entre el Sparta Praha y el Atlético de Madrid. En total fuimos 14 los que animamos a los chavales del Atleti, porque en esta peña entendemos que ellos también merecen nuestro ánimo y nuestros gritos. El Atlético de Madrid Juvenil consiguió una victoria muy importante en su visita a la República Checa en la jornada 5 de la Youth League y disfrutamos mucho viéndoles jugar. La primera victoria del día ya estaba conseguida.
El partido de la Liga de Campeones se jugaría más temprano de lo habitual esta vez a las 18:45h, así que pasamos brevemente por el hotel e inmediatamente nos dirigimos a la zona de aficionados en uno de los lugares emblemáticos de la ciudad, la Plaza Vieja. Allí, frente al mundialmente famoso Reloj Astronómico, se reunieron cientos de colchoneros para cantar, beber y animar a nuestro Atleti. Este reloj nunca había sonado mejor, acompañado por el himno del Atleti de fondo. Desde allí estaba prevista la marcha hacia el estadio para las 16.30 horas. Durante esta marcha, la afición del Atlético compitió con el Castillo de Praga, el Puente de Carlos, el Antiguo Cementerio Judío, la Plaza Vieja y otros monumentos de la ciudad, pero sin duda nuestra Juliana fue el centro de atención desde el primer momento. Todo el mundo quería hacerse una foto con ella luciendo su nueva bufanda rojiblanca mientras nos acompañaba en nuestro peregrinaje por las calles hasta el Epet Arena, donde se disputaba el partido.
Quien no participe en la marcha de los aficionados se perderá maravillosos momentos de reencuentro con amigos de otras peñas, anécdotas inolvidables y miles de abrazos entre aficionados que esperan con ansia el partido. Llegamos agotados, la marcha duró más de lo esperado, subimos colinas y escaleras sin parar, y aunque ciertamente disfrutamos de las mejores vistas de Praga, el cansancio se palpaba a las puertas del estadio.
Cientos de aficionados rojiblancos esperaban para entrar y no pude evitar recordar a todos aquellos que, por una sanción incomprensible, tuvieron que ver el partido en las pantallas de sus casas o en algún bar de Praga. Pese a todo, viajaban sin billete y utilizaron sus reservas de vuelo y hotel para acompañar al Atleti. Felicitaciones por eso a todos los fanáticos que nunca dejan al equipo tirado.
El bloque de visitantes estaba inusualmente lleno, apenas había espacio y algunos tuvieron que subirse a los asientos, lo que dificultaba mucho la visibilidad.
El Atlético de Madrid mostró un equipo diferente al que estábamos acostumbrados. Queríamos ganar el partido desde el primer minuto, mientras que el Sparta Praga, como era de esperar, intentó imponer su estilo de juego y crear peligro en los primeros minutos del partido. Sin embargo, el buen comportamiento del conjunto colchonero sobre el campo no permitió al conjunto checo crear peligro para la portería de Oblak, que apenas amenazó y volvió a mantener la portería a cero.
Sabíamos de antemano que la araña mordería y no nos equivocamos. Un doblete de Julián Álvarez (que hizo bailar a nuestra Juliana) y Ángel Correa además de un gol de Marcos Llorente y otro de Griezmann volvieron a poner el goal Average a nuestro favor (+2) y nos dejaron a solo un punto de la clasificación directa para los octavos de final. Se consiguió la siguiente victoria del día, ya teníamos nuestro doblete personal.
Teníamos mucho que celebrar, así que no le dimos muchas vueltas y caminamos hacia el centro, esta vez tomando atajos y con un hambre de lobo, con ganas de disfrutar de una cena tan potente como la victoria que acabábamos de presenciar.
A esta hora es difícil encontrar un lugar abierto, pero tuvimos la suerte de encontrar uno (por recomendación de un restaurante que estaba cerrando) y disfrutar de una deliciosa cena en un lugar donde algunos desplazados habían visto el partido. Allí todavía quedaban algunos de ellos, con los que tuvimos la suerte de darnos un buen abrazo de gol (o más bien seis abrazos), tomarnos una cerveza tranquilamente y comentar los detalles del partido. Entre cervezas y pintas, también asistimos a la épica remontada del Feyenoord ante el Manchester City, origen de las lesiones en la cabeza de Guardiola al día siguiente.
Poco a poco nos retiramos; para algunos el avión salía muy temprano y para otros simplemente estábamos agotados por las emociones vividas. La única que resistió estoicamente y sin protestar fue Juliana, que soportó cientos de fotos, videos, caricias y piropos, y aquí sigue, tan guapa y dispuesta para volver a picar. Sin duda se ha convertido en nuestra mascota talismán y nos encanta que nuestra peña se identifique con ella.
Al día siguiente emprendimos el camino de regreso sin ningún problema. Recogimos nuestro BlueBus en el aparcamiento contiguo al hotel donde lo habíamos dejado y el trabajador, aficionado del Sparta, nos pidió en broma 500 coronas como compensación por la manta de goles que le había tocado la noche anterior. Riendo, nos trajo el coche y partimos.
Ya en la frontera con Alemania nos adelantó una furgoneta de inspección aduanera con el cartel de “seguir” y nos llevó a un hangar para inspeccionar nuestro vehículo. También estaban los miembros de la aduana alemana que, a pesar de lo pequeño que es el mundo, resultaron ser conocidos de dos de nuestros compañeros, Thomas y su padre Peter, quienes también eran funcionarios de aduanas en el aeropuerto. La situación seguía siendo extraña porque mientras los funcionarios checos inspeccionaban nuestro vehículo de arriba a abajo (el perro incluso se atrevió a babear sobre nuestra Juliana), los funcionarios alemanes se sentaron con nosotros para hablar de fútbol y otros temas comunes. Si se lo hubiésemos propuesto seguro que se habrían tomado una cerveza con nosotros, y si hubieran tenido unas salchichas a mano no habrían dudado en encender la parrilla y comer algo juntos. Al final simplemente nos limitamos a repartir algunas tarjetas de visita a los funcionarios de aduanas. Volvimos a casa sanos y salvos, aunque cansados, pero con dos victorias importantes en nuestro haber y con ganas de seguir adelante en la competición. Y por supuesto nosotros y nuestra Juliana.