LA DECANA EXTRANJERA CELEBRÓ UN CUARTO DE SIGLO

LA DECANA EXTRANJERA CELEBRÓ UN CUARTO DE SIGLO

¿Qué peña puede presumir de haber soplado 25 velas? Muy pocas. ¿Y cuál puede decir que lo hizo fuera de España? Solo una: la Peña Atlética de Gante, la decana de todas las peñas rojiblancas en el extranjero. Si eso no es motivo para celebrar por todo lo alto… apaga y vámonos.

Eso mismo pensó Filip Standaert, su incansable presidente. Tras haber tenido que aplazar su 20º aniversario por culpa de una pandemia mundial (que ya se nos va quedando lejana, pero que aún escuece), no había excusas: ahora tocaba celebrarlo, y a lo grande. Y vaya si lo hicieron.

Filip, con la ilusión de un niño y la determinación de un capitán, decidió tirar la casa por la ventana… y el teatro también. Invitó a peñas vecinas y lejanas, y convirtió el foyer del majestuoso NT Gent Sint-Baafsplein -una joya arquitectónica en pleno corazón de Gante- en un auténtico museo rojiblanco. Hasta en la fachada ondeaban banderas colchoneras, como si el espíritu del Atlético de Madrid se hubiese instalado allí, dispuesto a reinar como lo hiciera Carlos V… pero con más pasión y menos armadura.

El programa empezó ya desde la mañana del sábado, con una visita guiada por la ciudad para los peñistas llegados de todas partes. Pero lo bueno de verdad arrancó a las 18:30, con un aperitivo de bienvenida. Y como ocurre cuando se junta la familia rojiblanca, hubo abrazos que valían por años, reencuentros que curaban distancias, emoción sin filtros, nuevas amistades y muchos recuerdos que volvían a casa.

La terraza del teatro ofrecía un panorama espectacular de la catedral. Desde abajo, los paseantes alzaban la vista, atraídos por las banderas rojiblancas… y por el inconfundible aroma de paella que se cocinaba con mimo en lo alto. A las 19:03, ni un minuto más ni uno menos -porque cuando se trata del Atleti, hasta los segundos cuentan- sonó nuestro himno. Y entonces sí: la fiesta se puso en modo Champions.

Las peñas entregaron regalos a la anfitriona, los idiomas se mezclaban con la misma soltura que las risas, se brindaba con cerveza belga -que marida sorprendentemente bien con paella- y se compartían bufandas y anécdotas como quien reparte abrazos.

Se proyectó un vídeo conmemorativo de los 25 años de historia de la peña. Hubo risas, hubo lágrimas… y alguna que otro suspiro disimulado detrás de una caña. Pero el momento más emotivo llegó cuando Quentin, uno de los miembros más entrañables, leyó una poesía escrita por él mismo -¡a máquina!- dedicada al Atleti. Las palabras se clavaron con dulzura en el corazón de todos. Se hizo el silencio. Y el nudo en la garganta fue colectivo.

Una copia del poema se entregó a Juan Carlos Gaitán, presente en representación del club, con la esperanza de que algún día forme parte del museo rojiblanco. Él respondió con regalos igualmente simbólicos: una camiseta del equipo con un dorsal que recordaba lo que estábamos celebrando, un cuadro conmemorativo y unas palabras que sellaron el vínculo entre el Atleti y su embajada flamenca.

Llegó el momento del postre. Una tarta bellamente decorada-de esas que da pena cortar pero más pena no probar- fue presentada con honores. Juan Carlos y Filip, en un momento digno de álbum de boda, se encargaron de hacer el corte inaugural, entre aplausos y risas. Nadie pudo resistirse ni a la tarta, ni a los pastelitos que la acompañaban. Porque en el Atleti se sufre, sí, pero también se endulza la vida cuando toca.

Y como siempre, ahí estaba Juliana, la mascota de la Peña Atlética de Alemania, con sus patas bien plantadas, los ojos atentos y la bufanda bien atada a pesar del sofocante calor. No se le escapa ni un córner, ni un brindis, ni una canción. Es una más. O mejor dicho: es la que nunca falla.

Esta peña decana no solo sigue viva: está más fuerte que nunca. Y es gracias al empeño, la pasión y el corazón de quienes la mantienen en pie, llevando el nombre del Atleti con orgullo por toda Europa. Son pioneros. Son referentes. Son familia.

Gracias a todos los miembros de la Peña Atlética de Gante por hacernos sentir como en casa, como si siempre hubiéramos estado allí. Y un agradecimiento especial a Geert y Colette, ese matrimonio de oro que nos abrió su hogar, su tiempo y su ciudad, acompañándonos con paciencia, cariño y una sonrisa que no se les borró ni un segundo. Qué suerte teneros cerca, aunque estemos lejos.

Y luego hay quien dice que esto es solo fútbol…
Qué poco saben.


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